miércoles, 24 de diciembre de 2008

Ay; si pudiera recordar sin rencor!

Siempre, siempre la misma discusión. Que él no era nadie, que qué hacía viviendo con nosotros. Y sabés qué? La "taradita" tenía razón, quién era él para decirnos que hacer, para convivir con nosotras. Realmente no tenía que estar ahí, no deberíamos haberlo conocido, no en esas circustancias. Pero fue así, desgraciadamente lo conocí y lo aguanté por dos años. Siendo solo una nena, una puta nena, alguien lo notó siquiera? No, nunca, solo dieron vuelta la mirada y pensaron en ellos. Tal vez porque esa nena podía aguantar las cosas, o talvez porque así lo pensaban, les convenía pensarlo, pensar que ella iba a estar bien, que podía desarrollar su personalidad adecuadamente. Pero no, no sabían que la nena podía sentirse mal a veces, que necesitaba una vida normal, como cualquier chico. Y le tocó vivir cosas feas, talvez no las más feas pero, fue doloroso, abrumador, sentir vergüenza por tu propia familia y encerrarse en si misma para buscar el apoyo que nadie más le dió.

Eran las tres y cuarto, creo que cuatro, cuando empezó la pelea. Él estaba ahí cuando todo se descontroló. Empezaron los gritos, y cada vez estaban más cerca. Pero ella, ella defendió lo que creía y a la vez se mandó una cagada muy grande, al pegarle. Porque sabía que estaba indefensa, y no era realmente la solución. Y la nena no sabía que hacer, no sabía si meterse al ver a su hermana agarrar esa silla y hacerla volar hacia la cabeza de su madre. Y al verla a ésta en el piso, no sabía si llorar o ayudarla. Pero a ella le enfureció más que él llamara a mi papá, recuerdo exactamente sus palabras "Qué hacés? quién mierda te creés que sos! dejá ese puto teléfono, a quién mierda vas a llamar? a mi viejo?!". Y así era, amenazandola con llamar a mi papá, pero quién era? Esa era la pregunta. Era solo un pibe, de 17 años, al que su madre había nombrado "papá, rey de la casa". Pude, al fin, luego de que mi hermana moliera a golpes a mi "papá", llevarla hasta su pieza, curarle los nudillos que le dolían, le sangraban. No podía hacer nada, más que llorar junto a ella, más que pedirle a Dios -Que en ese tiempo estaba de vacaciones, al parecer- que todo termine, rogarle a mi papá que me llevara.

Pero nada de eso pasó, nunca nada que la ayudara, nada que a esa nena la hiciera sentir mejor...